A lo largo de un siglo y medio de investigación, se ha ido poniendo de manifiesto que el cerebro está constituido por estructuras diferenciadas que se organizan, a su vez, en subsistemas funcionalmente autónomos y relativamente especializados, y que el daño focal en una de esas estructuras trae consigo trastornos selectivos de funciones mentales. Esto implica que los subsistemas mentales son también diferenciables y están constituidos por componentes igualmente diferenciables. La neurociencia se ha trazado la meta de llegar a comprender las relaciones entre esas estructuras cerebrales (estudiadas por las disciplinas neurobiológicas) y esas funciones mentales (estudiadas por la psicología cognitiva y la neuropsicología cognitiva).
La
primera etapa del proceso de buscar relaciones entre la mente y el cerebro consistiría
en determinar si la descomposición de los subsistemas de procesamiento en una
serie de componentes, establecida por la ciencia cognitiva, tiene una
correspondencia en la organización cerebral. Es decir, si las lesiones
fragmentan las funciones biológicas del cerebro de una forma que coincida con
la fragmentación de las unidades de procesamiento postuladas por los
psicólogos. Esto se puede llevar a cabo de dos maneras. Una de ellas consiste
en crear modelos estructurales que representen las diferentes etapas o unidades
de procesamiento que integran la realización de la conducta normal. Si se asume
que cada una de esas unidades de procesamiento está sustentada por una
estructura cerebral, se puede establecer una correlación entre el locus de la
lesión y la unidad de procesamiento alterada. El locus de la lesión es aquí
considerado como la estructura que sustenta esa función. Lo que interesa en este
enfoque es el análisis de qué función está siendo computada, con independencia
de cómo se está llevando a cabo esa computación. Este sería el enfoque de los
primitivos diagramas. El otro enfoque metodológico parte del supuesto de que
los déficit de la ejecución del paciente en una variedad de tareas revelan la
alteración de un componente del sistema de procesamiento (y no directamente el
locus de la lesión) que participa en todas esas tareas. El análisis de la
conducta es aquí un medio para determinar qué componentes conforman un
subsistema. El locus de la lesión tiene escasa importancia. En este enfoque,
propio de la neuropsicología cognitiva, en lugar de partir de un patrón de
procesamiento establecido a priori, se determinan los componentes de un subsistema
como resultado del análisis del patrón de déficit de los pacientes.
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